Neuroeducación





Efecto Pigmalión: el profesor es el instrumento didáctico más potente

El día después de la muerte de Martin Luther King, la profesora Jane Elliot realizó el experimento conocido como “Ojos azules vs. ojos marrones” en una clase de primaria de una pequeña población de Iowa. Años más tarde, ese famoso experimento fue popularizado por el documental “Una clase dividida” (ver video 1)  en el que se muestra cómo los niños considerados inferiores actuaban según las expectativas de la profesora y qué tensiones se generaban por los prejuicios contraídos. Un ejemplo clarificador que demuestra cómo pueden verse afectados el comportamiento y la  autoestima de una persona con la información que recibe sobre su conducta y la forma de ser tratada.

Aunque el experimento de Elliot trata sobre la intolerancia y tiene como objetivo concienciar a las personas (niños y adultos, como se observa en el video) sobre los efectos devastadores de la discriminación (contenido social imprescindible) a nosotros nos sirve de referencia para analizar el proceso de interacción entre el profesor y el alumno, en concreto cómo las creencias previas y las expectativas del docente afectan al desarrollo académico y personal del estudiante.

Efecto Pigmalión en el aula
El efecto Pigmalión aplicado al entorno escolar hace referencia a cómo las expectativas del profesor sobre el alumno pueden condicionar su comportamiento hacia él y afectar a su evolución académica.
En un experimento clásico muy conocido1, Robert Rosenthal y Lenore Jacobson seleccionaron al azar estudiantes en una escuela de primaria, después de realizarles  una serie de tests de inteligencia. Sin embargo,  indicaron a sus profesores que, debido a las altas capacidades de los alumnos elegidos, tendrían grandes mejoras académicas durante el curso. El análisis de los resultados académicos y las mediciones de los tests realizados ocho meses después, demostró que el rendimiento de los alumnos elegidos durante el curso mejoró considerablemente. En el aula se dio lo que se conoce en psicología como profecía autocumplida, es decir, las creencias del profesor acerca de las capacidades de sus alumnos originaron conductas que el mismo profesor esperaba. No sólo las expectativas positivas o negativas del docente pueden afectar al comportamiento del alumno (como vemos en el experimento de Elliot) sino que, además, pueden afectar al nivel intelectual del mismo.
El propio Rosenthal considera cuatro factores determinantes que permiten explicar cómo las expectativas del profesor pueden transmitirse a los alumnos de los que se espera más:
1) Se genera un clima emocional más cercano. Esto principalmente se debe a la utilización de un lenguaje no verbal inconsciente que permite transmitir las emociones a través de gestos, expresiones faciales, tono de voz, miradas, sonrisas,… Esta comunicación no verbal constituye un complemento imprescindible del lenguaje verbal oral y permite al alumno captar y reaccionar ante los mensajes transmitidos por el profesor.
2) Se enseña más materia. Las expectativas creadas en la capacidad del alumno hacen que el profesor se esfuerce más para explicar nuevos contenidos académicos y sea más exigente con el alumno del que espera más. Esto no ocurre con los alumnos que el profesor cree que son menos inteligentes.
3) Se les pregunta más. El profesor confía más en las respuestas de estos alumnos, por lo que se les pregunta más y con mayor grado de dificultad. Les ayuda más en las respuestas al sugerirles alternativas, les interrumpe menos, les da más oportunidades de respuesta  y más tiempo para responder.
4) Se les elogia más. Cuanto más se cree en el niño más se le alaba para que pueda obtener el mejor resultado. Si el profesor no cree en la capacidad del  alumno puede aceptar una respuesta incorrecta o incompleta.
Un caso real
En un claustro de profesores se resaltan aspectos personales y académicos (mayoritariamente negativos) que caracterizan a cada uno de los alumnos de un grupo. El objetivo es “orientar” a los profesores que tendrán estos alumnos en el nuevo curso. Una forma de etiquetar a estos alumnos que condicionará sobremanera a los docentes  en su forma de actuar y que no considera la posibilidad de que el alumno pueda cambiar y mejorar. Un ejemplo claro de “Pigmalión negativo” sin utilidad práctica.
En estudios longitudinales recientes, los investigadores Robert Pianta y Bridgett Hamre han analizado cómo influyen las relaciones tempranas entre el profesor y el alumno en la evolución escolar de este último. En uno de estos estudios2 siguieron  a 179 niños desde el jardín de infancia (4-6 años) hasta secundaria (12-14 años) y observaron que la calidad de la relación entre el profesor y el alumno en las etapas iniciales de la enseñanza predecía resultados académicos y conductuales posteriores en la adolescencia. Esto sugiere la necesidad de aplicar intervenciones preventivas tempranas en alumnos que manifiestan problemas conductuales durante los primeros años de la escolarización.
Induciendo expectativas de éxito
Los alumnos están condicionados por su propia historia personal y la percepción de la propia valía es imprescindible para alcanzar los objetivos planteados, por ello el profesor ha de saber inducir expectativas de éxito en todos sus alumnos. Especialmente importante es la fase inicial del curso en la que el docente transmite los objetivos que pretende alcanzar. Comparemos dos versiones diferentes correspondientes al inicio de un curso académico:
Un caso real
1. “Este año os espera una asignatura muy difícil de aprobar. Aquel que no tenga una base sólida de conocimientos adquiridos se puede ya despedir”
2. “Este año os espera un curso lleno de retos que todos podréis superar aportando todo lo que sabéis y todo lo que aprenderéis”
El mensaje transmitido en el primer caso es que sólo el alumno que tenga capacidad podrá obtener resultados académicos satisfactorios. No hay margen para la mejora a través del esfuerzo y el alumno que tenga malas experiencias pasadas rápidamente se desmoralizará y desconectará del resto del grupo.
En el segundo caso se acepta que el alumno sabe y que lo que sabe es importante y, a partir de este conocimiento, se generará el nuevo aprendizaje. Se transmite un mensaje de esperanza y el alumno entenderá que aportando la mejor versión de sí mismo podrá obtener resultados satisfactorios. Y no todo se restringe a lo académico.
La difusión clara de los objetivos es imprescindible para que el alumno sepa qué se le va a exigir. Además, es conveniente que la evaluación de estos objetivos no se limite únicamente al nivel de conocimientos adquiridos,  sino que también se deberían considerar otros objetivos relacionados con el esfuerzo individual o  la contribución a la convivencia que facilitaran la adquisición de una serie de competencias útiles para la consecución del éxito académico. Como comentamos continuamente, un aprendizaje para la vida.
El aprendizaje es un proceso activo en el que el cerebro cambia continuamente. Debido a la singularidad que constituye este proceso, la atención a la diversidad requiere flexibilidad y, además, el profesor ha de esperar siempre algo del alumno.3
La forma que permite que los alumnos quieran participar en el proceso de aprendizaje pasa por mejorar su motivación intrínseca.4 Si la materia estudiada suscita el interés del alumno todo el proceso se verá facilitado, aunque se ha de asumir que no siempre podemos esperar estar motivados para realizar las tareas. En ese caso hay que echar mano de la voluntad y del sentido de responsabilidad que sabemos que no son innatos y pueden aprenderse. Otra razón más para no restringirse a la enseñanza de contenidos puramente académicos.
El profesor ha de fomentar la participación del alumnado. Cuando el alumno interviene directamente en el proceso de aprendizaje asume un sentido de pertenencia que facilita su progreso. En referencia a esto, el reconocido psicopedagogo Juan Vaello explica: “El profesor no debe tener prisa y debe romper el guión cuando sea preciso, sin cortar preguntas e intervenciones espontáneas de los alumnos […] Ha de respetar todas las intervenciones, resaltando los aspectos positivos de las mismas aunque sean incompletas”.5
Un caso real
Comparemos dos formas diferentes de fomentar la curiosidad y la participación del alumnado en la clase:
1. “No se hacen preguntas y punto”. Es la respuesta dada por una profesora de bachillerato a una compañera que se sentía aturdida porque sus alumnos hacían muchas preguntas.
2. “Cada vez que los alumnos me hacen una pregunta les digo que es una excelente pregunta. Lo último que quieren es que se sientan estúpidos y tú muy listo” 6 dice Walter Lewin, prestigioso astrofísico que ha impartido docencia en el MIT durante más de cuarenta años.
Potenciando la autoestima
La idea que tenemos sobre nuestra capacidad para afrontar una tarea o un problema, influye de forma decisiva en nuestro comportamiento. La autoestima académica constituye la percepción y valoración que hace el alumno de sí mismo asociada al entorno escolar. Si conseguimos potenciarla obtenemos una forma de motivación que mantiene una relación directa con el éxito académico, es duradera e independiente del profesor.
El docente debe contribuir a que los alumnos tengan autoconceptos positivos pero, para poder infundirlos, ha de fortalecer su propia autoestima. Hemos de predicar con el ejemplo. Cuando uno se siente satisfecho y alegre es más fácil hacer las cosas.
A continuación enumeramos algunos factores críticos que el profesor  ha de considerar para potenciar la autoestima de sus alumnos:
1) Asumir que todos tenemos capacidades.
2) Adaptar las tareas a las posibilidades del alumno.
3) Fomentar la participación.
4) Reconocer el esfuerzo realizado (el éxito se debe al esfuerzo no a la capacidad).
5) Enseñar que el error forma parte del proceso de aprendizaje.
6) Centrarse en las fortalezas del alumno no en sus carencias.
7) Adoptar una perspectiva optimista  y un estilo más positivo (ya sabemos que nuestras creencias condicionan nuestros comportamientos).
Si no se facilitan expectativas de logro y el alumno atribuye su éxito académico a acontecimientos que no puede controlar, ya sean externos (“el profesor me odia”) o internos (“yo no valgo para las matemáticas”), se puede provocar indefensión aprendida7 (ver video 2), sobre todo si la autoestima es baja. Esta situación conlleva apatía casi total y una pasividad permanente. Curiosamente, la mayoría de de decisiones en el ámbito escolar relacionadas con el aprendizaje están fuera del control del alumno.
Un caso real
El profesor realiza una actividad en la que pide a sus alumnos que expresen en un anuncio publicitario anónimo cuáles son sus mejores cualidades y habilidades, con la pretensión de vender el propio producto (los posibles compradores son el resto de compañeros). Los alumnos leen en público los anuncios, los comentan y justifican sus preferencias de compra, pudiéndose establecer una relación de las preferencias del colectivo. Esta es una actividad que fomenta el trabajo cooperativo y potencia la autoestima.
El profesor: gran protagonista del aprendizaje escolar
La imitación constituye una forma de aprendizaje muy potente y que se da de forma natural en los niños. Por ello, el profesor ha de convertirse en un referente válido que permita adquirir al alumno conductas nuevas a través de la observación. Como ejemplo de este importante recurso educativo, les invito a que vean el siguiente video (video 3) en el que se muestra lo que se conoce en psicología como aprendizaje vicario o social8:

Muchos estudios que muestran la relación entre cognición y emoción9 sugieren que para optimizar el aprendizaje es imprescindible que el estado de ánimo sea positivo. Pero somos conscientes que en la escuela actual se suele resaltar todo lo que nuestros alumnos no saben hacer y cuando se da el elogio se limita a los que creemos que son nuestros mejores alumnos. De esta forma, es fácil desmoralizar a gran parte del alumnado.
Los nuevos tiempos requieren una formación continua de los docentes que les permita dominar la materia impartida. Si eso no ocurre es difícil que el profesor pueda disfrutar enseñando y transmitir el entusiasmo necesario para motivar a su alumnado.
Un caso real
En una clase del bachillerato científico, más del 50 % de los alumnos eligieron cursar la licenciatura de Ciencias Físicas. El profesor era un apasionado de esa disciplina y supo transmitir su pasión e intereses a sus discípulos.
Nosotros también fuimos alumnos y comprobamos que el buen profesor era aquel que era capaz de transmitir entusiasmo por su materia pero, a la vez, mostraba cariño por sus alumnos, es decir, hacía funcionar el cerebro racional y el emocional en plena sintonía.
Manfred Spitzer lo expresa muy bien: “¡La persona del profesor es el instrumento didáctico más potente! No es el retroproyector, la pizarra, las copias ni la presentación en Power Point. Ninguno de estos medios, sino un maestro entusiasmado por su materia, que de vez en cuando elogia a los alumnos y que tal vez sea incluso capaz de mirarles con afecto, ése es el maestro que logra poner en marcha su sistema de gratificación”.10
La profesión docente aporta una gran satisfacción pero conlleva una enorme responsabilidad. El futuro de las nuevas generaciones está en juego y necesitamos expectativas positivas.
Jesús C. Guillén
.
1 Rosenthal, Robert, “ Interpersonal expectancy effects: a 30-year perspective”, American Psychological Society 3, 1994.
2 Hamre, B., Pianta, R., “Early teacher-child relationships and the trajectory of children’s school outcomes through eight grade”, Child Development 72, 2001.
3 Para más información:
4 Para más información:
5 Vaello, Joan, Cómo dar clase a los que no quieren, Graó, 2011, página 194.
6 Lewin, Walter, Por amor a la física, Debate, 2012, página 292.
7 Según Martin Seligman (demostró la indefensión aprendida en perros y generalizó su estudio al comportamiento en humanos), la teoría de la indefensión aprendida se resume así: “la expectativa de que un determinado resultado es independiente de las propias respuestas a) reduce la motivación para controlar ese resultado; b) interfiere el aprender que las respuestas controlan el resultado; y si el resultado es traumático c) produce miedo durante el tiempo que el sujeto no está seguro de la controlabilidad del resultado y, luego, depresión” (Seligman, Martin, Indefensión: En la depresión, el desarrollo y la muerte, Debate, 2000).
8 Este tipo de aprendizaje basado en la observación fue desarrollado por el que se considera el psicólogo vivo más importante, Albert Bandura (conocido, principalmente, por su teoría del aprendizaje social y por postular el concepto de autoeficacia). Para más información sobre su biografía y teorías consultar:
9 Para más información, consultar el apartado Memoria y emociones del artículo anterior La memoria: un recurso fundamental en el que se analiza la relación entre cognición y emoción:
10 Spitzer, Manfred., Aprendizaje: neurociencia y la escuela de la vida, Omega, 2005, página 194.
Para saber más:
Gerver, Richard, Crear hoy la escuela del mañana: la educación y el futuro de nuestros hijos, Ediciones SM, 2012.
Woofolk, Anita E., Psicología educativa, Prentice Hall México, 2006.
Baños, Inmaculada: “El efecto Pigmalión en el aula”, Innovación y experiencias educativas, 2010.
Marina, José Antonio, Los secretos de la motivación, Ariel, 2011.
Tonucci, Francesco, Enseñar o aprender, Losada, 1996.
Otros artículos del mismo autor relacionados:

“Es básico generar climas positivos en el aula para favorecer el aprendizaje”

 El especialista Jesús Guillén explica la relación que existe entre las emociones y la adquisición de los conocimientos. La Universidad Nacional de Villa María (UNVM) brindará una diplomatura en el campo de la neuroeducación.
Por Luz Saint-Phat -lsaintphat@comercioyjusticia.info
Conducir la enseñanza en el aula y lograr buenos resultados no es una tarea sencilla. Sobre todo en los tiempos actuales, se requiere que los docentes desarrollen distintas competencias que hacen a su rol de educadores y no necesariamente al campo disciplinario específico al que se dedican.
Según estudios internacionales, una de las habilidades necesarias para lograr mejores resultados académicos en los estudiantes es que los profesores se formen y la vez enseñen a sus alumnos educación emocional, fomentando la cooperación y los ambientes positivos.
Estas cuestiones son abordadas por la neuroeducación, un enfoque transdisciplinario en el cual confluyen la neurociencia, la psicología y la pedagogía. El objetivo es poner en práctica los conocimientos científicos sobre el funcionamiento del cerebro para aplicarlos al aprendizaje.
Jesús Guillén es Licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad de Barcelona y autor del blog sobre Neuroeducación “Escuela con Cerebro”. Además, es docente de la Diplomatura en Neuroeducación de la Universidad Nacional de Villa María (UNVM).
En diálogo con Comercio y Justicia, explicó la relación entre las emociones y la adquisición de los conocimientos. También reflexionó sobre cómo la escuela puede incorporar los descubrimientos recientes de la neurociencia.
– ¿Cómo influyen las emociones en los procesos de aprendizaje?
– Es uno de los grandes descubrimientos de la neurociencia. No podemos separar lo cognitivo de lo emocional porque las emociones son imprescindibles en la toma de decisiones, en el aprendizaje, en el rendimiento académico del alumnado y en el bienestar personal del individuo. Sobre esto existen diferentes evidencias empíricas que lo corroboran. Por ejemplo, se han desarrollado estudios en los que se llevan los participantes a un laboratorio y allí se les muestran imágenes que corresponden a contextos emocionales positivos o negativos, se les pide recordar una información y se analizan sus cerebros. Se ha observado que -ante contextos emocionales negativos- se activa la amígdala, que es un sensor del miedo; sin embargo, ante contextos emocionales positivos se activan regiones vinculadas al hipocampo, un área que interviene directamente en procesos de consolidación de las memorias y del aprendizaje. Este tipo de investigaciones sugieren que es básico generar climas positivos en el aula para favorecer el aprendizaje. Por eso es importante desde el primer día ir más allá de las cuestiones meramente académicas y hacer participar al alumnado de manera activa, cooperando y generando un entorno donde las expectativas sean positivas. Lo importante es -en definitiva- fomentar un buen vínculo entre los compañeros y los profesores.
– ¿Qué estrategias específicas se pueden incorporar hoy en el aula para poder facilitar las emociones positivas?
– Se ha observado que cuando se utilizan en el aula programas de educación emocional bien planificados y sistematizados de los que participa toda la comunidad educativa, estas iniciativas sirven para trabajar una serie de competencias emocionales imprescindibles en los tiempos actuales, vinculadas al autoconcepto, la autorregulación, la resiliencia y -claro- el rendimiento académico. Este formación siempre parte del profesorado pero también es importante que participen las familias. Otro de los aspectos importantes es la cooperación entre los mismos docentes, pero difícilmente los adultos podemos cooperar si realmente no tenemos asumida toda una serie de competencias. Cooperar es más que trabajar en equipo: hay un componente empático que es necesario tener asumido y también hay que poder superar la opinión discrepante, ser solidario y respetuoso. Sin educación emocional no puede haber cooperación.
– ¿Cuáles son los desafíos que se imponen a la escuela tradicional para poder incorporar estos descubrimientos?
– Básicamente, se trata de asumir que el proceso de transformación parte de uno mismo. Difícilmente voy a poder enseñar a los estudiantes lo que es el autocontrol, si no puedo aprender a controlarme en mi vida cotidiana. La neurociencia ha visto que estas funciones que nos permiten planificar y tomar decisiones adecuadas -que se llaman funciones ejecutivas del cerebro- son básicas para el rendimiento académico del alumnado y el éxito en la vida. Pero es importante asumir que sin cooperación entre los adultos y sin la participación de la comunidad no va a ser posible generar procesos de innovación y transformación educativa. También es muy importante tener en cuenta que en tiempos de incertidumbre como los actuales debemos preguntarnos para qué educamos. Y nosotros lo tenemos claro: tiene que ser desde, en y para la vida. Si realmente lo que se está estudiando no tiene sentido para el alumno, si no va a construir cimiento sobre lo que ya sabe, si no está vinculado a cuestiones de la vida cotidiana y real, difícilmente vamos a poder captar su atención y despertar sus emociones.

Eje intestino-cerebro: Microbiota intestinal (El nuevo organo)

hace 2 años715 views
Los microorganismos habitan en diversas partes del cuerpo humano, incluida la piel, la nariz, la boca y los intestinos. Concretamente, el intestino humano alberga una enorme cantidad de microorganismos, aproximadamente 100 trillones de microorganismos, se estima que sobrepasando las células humanas en unas 10 veces. Los microorganismos presentes en el intestino son principalmente bacterias y pertenecen a más de 1.000 especies, el 90% de las cuales corresponden a las Firmicutes y las Bacteroidetes. Cada individuo tiene una composición de microbiota intestinal distinta y muy variable, aunque todas las personas comparten una serie de microorganismos comunes básicos. La composición de microorganismos intestinales se denomina “microbiota” intestinal, mientras que la totalidad de los genes de la microbiota se conoce como “microbioma”. Los genes del microbioma intestinal superan a los genes del cuerpo humano en aproximadamente unas 150 veces. La microbiota humana se crea en la primera etapa de la vida: el feto en el útero es estéril y la exposición a los microorganismos empieza en el momento del nacimiento, es decir, al pasar a través del canal del parto y/o exponerse a los microbios presentes en el entorno. Los bebés que nacen por cesárea tienen una microbiota intestinal diferente. Esto se ha considerado como menos favorable y se cree que está asociado con un mayor riesgo de contraer enfermedades y de padecer sobrepeso y obesidad en el futuro, en comparación con los bebés que han tenido un parto vaginal. Pese a que la microbiota se instaura en la primera etapa de la vida, puede variar posteriormente según cambios de edad, dieta, ubicación geográfica, ingesta de complementos alimenticios y fármacos, además de otras influencias ambientales.6 El exceso de grasa corporal y las enfermedades también se asocian con una microbiota intestinal alterada. Se sabe que la alimentación en un momento precoz de la vida, incluyendo el periodo de lactancia o alimentación con preparados para bebés, modula la composición de la microbiota intestinal en los humanos; asimismo, se cree que unos hábitos alimenticios prolongados repercuten de manera importante y explican algunas de las diferencias geográficas. Esto es así porque determinados componentes de la dieta, como, por ejemplo, la fibra, se descomponen mediante fermentación bacteriana y se utilizan como combustible. Comer niveles cada vez más elevados de determinados componentes alimenticios puede potenciar el número de bacterias que utilizan esos componentes específicos como combustible, lo que significa que los cambios en la composición de los alimentos pueden llegar a modificar la composición de la microbiota intestinal. La composición de macronutrientes (es decir, la proporción de proteínas, hidratos de carbono y grasas) de los alimentos parece influir, y es posible que cualquier alteración en los hábitos alimenticios conlleve variaciones en la microbiota intestin

¿Por qué se aprende mejor en movimiento? La neurociencia tiene la respuesta

El movimiento ayuda a mejorar y agilizar el aprendizaje de las materias que, a priori, pueden parecer más difíciles de comprender. Miguel Ángel García, autor del libro Neuromatemáticas en Educación Física, explica con detalle el por qué.
La conexión entre cerebro y movimiento está avalada por diferentes investigaciones y estudios. Los niños pueden aprender matemáticas con mayor facilidad si se conecta esta asignatura con ejercicios de Educación Física; igualmente, serán capaces de mantener la concentración durante más tiempo y absorberán todos los conocimientos de forma más liviana si se opta por pequeños descansos en movimiento después de un periodo considerable de actividad sedentaria. Es lo que se conoce como descansos activos. Aunque todo esto está demostrado, ¿cuál es la razón que hace que el cerebro aprenda más rápido si está en conexión con el movimiento físico?
Son muchas las investigaciones y publicaciones que declaran la innegable relación entre actividad física y la mejora del rendimiento escolar y/o cognitivo, pero ¿qué hay detrás de esta causa-efecto? Pues bien, la línea que une estos dos elementos nos la viene a dibujar la Neurociencia.
Gracias a los avances realizados en neurociencia, conocemos un fenómeno cerebral denominado neuroplasticidad, una propiedad del sistema nervioso que le permite adaptarse continuamente a diferentes experiencias.

Las experiencias modifican el cerebro

Las experiencias modifican nuestro cerebro continuamente creando, fortaleciendo o debilitando las sinapsis que conectan las neuronas. A este proceso se lo define en algunas publicaciones como aprendizaje neuronal (o aprendizaje hebbiano). Del cual se puede desprender que cada nuevo circuito neuronal creado/modificado en el todo cerebral equivaldría (mentalmente) a un aprendizaje significativo (Ausubel, 1960, 1963).
“Las experiencias modifican nuestro cerebro continuamente creando, fortaleciendo o debilitando las sinapsis que conectan las neuronas”
Ledoux, neurocientífico estadounidense, indica que a nivel filogenético se distinguen tres partes en el cerebro: la corteza cerebral, el sistema límbico y el cerebro reptiliano. En el sistema límbico, que es la red de neuronas que facilita la comunicación entre el hipotálamo (implicado en conductas básicas de supervivencia), la corteza cerebral y las demás partes del encéfalo, es donde residen las funciones esenciales de la emoción. Según este autor, el sistema emocional puede actuar independientemente del neocórtex.
Cerebro
Los dos protagonistas de este sistema límbico son el hipocampo, que registra los hechos puros (podríamos identificarlo como el almacén de la memoria y por lo tanto, de muchos aprendizajes) y la amígdala, encargada de registrar un estado emocional ante esos hechos/experiencias. La amígdala produce la respuesta emocional, pero esta reacción es impulsiva y es otra parte del cerebro la que se encarga de elaborar una respuesta más adecuada.
El regulador cerebral que recibe y controla los impulsos de la amígdala parece encontrarse en el extremo de una vía nerviosa que va al neocórtex, en el lóbulo prefrontal. Este lóbulo prefrontal constituye una especie de modulador de las respuestas proporcionadas por la amígdala y otras regiones del sistema límbico, permitiendo la emisión de una respuesta más analítica y razonada.
Las conexiones existentes entre la amígdala y el neocórtex constituyen el centro de gestión entre los pensamientos y los sentimientos. Esta es la razón principal por la que la emoción (positiva) es fundamental para pensar eficazmente, tomar decisiones inteligentes y permitirnos pensar con claridad. La corteza prefrontal es la región cerebral que se encarga de la memoria de trabajo y de elaborar respuestas, ponderando el caudal de información proveniente de distintas zonas cerebrales.

Dopamina, una gran aliada del correcto aprendizaje

La amígdala secreta dopamina, este neurotransmisor cerebral se relaciona con las funciones motrices, las emociones y los sentimientos de placer. La relevancia educativa de este neurotransmisor es capital, porque interviene en procesos de gratificación y motivación (como precursor del placer/alegría), que son fundamentales en el aprendizaje. Controla los sistemas encargados de activar los centros responsables de la actividad motora, así como los de regular ciertas secreciones hormonales, de mandar información a células del mesoencéfalo que conectan con el córtex frontal y con distintas estructuras del sistema límbico. Estos dos últimos sistemas tienen una función muy importante en la vida emocional de las personas.
La secreción de dopamina y su presencia en los lóbulos frontales, controla el flujo de información desde otras áreas del cerebro. Las irregularidades sobre su emisión y/o recepción en esta región cerebral, pueden causar interferencias en las funciones neurocognitivas, especialmente la memoria, atención, y resolución de problemas (a veces referidas como funciones ejecutivas).
CEREBRO 2

Cuanto más movimiento, más crecimiento cerebral

Dejando a un lado las emociones y su gestión, y centrándonos en la actividad física y el movimiento, hay que poner especial interés en las neurotrofinas, que son un tipo de proteínas relacionadas con la supervivencia de las neuronas. La musculatura y ciertas partes del cerebro, al ser estimuladas a través del movimiento y/o ejercicio, las vierten al torrente sanguíneo con la misión de estimular la supervivencia, crecimiento o diferenciación de las partes activadas.
El factor de crecimiento nervioso (FCN) es una proteína presente en el sistema nervioso central y en otras zonas del cuerpo, ya que puede atravesar la barrera hematoencefálica.
El FCN está relacionado directamente con la síntesis y control de la norepinefrina. También se han encontrado multitud de neuronas colinérgicas sensitivas sensibles a FCN, presentes en diferentes estructuras, incluido el hipocampo, teniendo un importante papel en la memoria y el aprendizaje.

El factor neurotrófico derivado del cerebro BDNF (del inglés brain-derived neurotrophic factor), son proteínas secretadas en una amplia gama de tejidos y tipos de células, no solo en el cerebro. Su expresión puede ser vista en la retina, el SNC, las neuronas motoras, los riñones y la próstata, habiéndose constatado el aumento de su secreción y actividad a través del ejercicio regular. Son sustancias químicas que ayudan a estimular y controlar la neurogénesis o creación de nuevas neuronas.

El ejercicio provoca cambios estructurales en el cerebro

Está demostrado que la práctica regular de ejercicio (fundamentalmente de tipo aeróbico) favorece la secreción de estas sustancias y provoca pequeños cambios estructurales en el cerebro, mejorando la memoria y procesos mentales asociados, con lo que utilizar el juego y el movimiento, es la fórmula ideal de mejorar las capacidades mentales e incidir sobre la motivación y la predisposición al aprendizaje. En este sentido, aunar aprendizajes con movimiento no sólo es lícito y posible, sino que se muestra como la vía más cargada de naturalidad y biológicamente adecuada a nuestra especie.
“Aunar aprendizajes con movimiento no sólo es lícito y posible, sino que se muestra como la vía más cargada de naturalidad y biológicamente adecuada a nuestra especie”
Por lo tanto, y teniendo en cuenta el positivo factor emocional del juego y el movimiento en los niños, diseñar actividades que necesiten de la participación del mayor número de zonas cerebrales implicadas en la tarea, incluyendo las dedicadas al control motriz, se erige como la metodología que más beneficios aportará al desarrollo de la capacidad cognitiva general y, por ende, a las competencias o habilidades más específicas.
Por tanto, el entorno y actividades propias de la Educación Física es el más favorable escenario de actuación escolar.





No hay comentarios:

Publicar un comentario